domingo, 27 de noviembre de 2011

Una pausa en la siesta

Otra vez la proximidad del verano marca cuales son las horas del trabajo y la rutina y cuando, necesariamente, hay que hacer un alto y buscar el reparo necesario de la sombra. En aquella ciudad del altoparaná misionero, el silencio invade casi la totalidad de las casas a la hora de la siesta. Muy esporádicamente, un automóvil o un ómnibus, quiebran la quietud más allá de la avenida, buscando un rumbo hacia la ruta brillosa y sofocante. Un gurí juega silencioso en un arenero improvisado de la obra de la esquina, guardando reparos y sigilos para no ser descubierto en su traviesa aventura. Entre la amplia sombra que proyecta una añosa caroba, un pequeño grupo hace girar de mano en mano la frescura del tereré de hojas machacadas. Mientras que en la piscina, ahora carente de bañistas y chapoteos, un solitario benteveo ensaya una suerte de clavados y remojones. Vaya a saber que ancestral murmullo o huella genética, lo llama a apagar a él también el sofocón de la canícula y tal vez para no olvidar que es un lejano pariente mediterráneo del Martín pescador.

Floreció el serrucho

Por la forma semejante a una hoja de sierra de dientes grandes, aquí la llamamos simplemente: serrucho. Es en realidad una cactácea, epífita, semi-postrada, a veces trepadora, que en nuestro clima arraiga y se desarrolla muy bien. Para la botánica está identificada como Weberocereus imitans y tiene unas flores magníficas que en Misiones, engalan parques y jardines entre octubre y diciembre.
Se desarrolla bien en macetas, con sustrato humífero y hay quienes las plantan junto a los árboles, por los que trepan hacia la cima y desde allí ofrecen sus magníficas flores. Los botones florales se asemejan a unos grandes abrojos verdes que aparecen en las axilas de las hojas sinuosas y péndulas, luego desarrollan en un cáliz borra-vino para cambiar finalmente, en vistosas y perfumadas flores. Unas joyas que nos regala la Naturaleza, anualmente.

Cría de pollos caseros

La ventaja de incorporar gallinas criollas o mestizas al plantel del gallinero casero, nos permite participar de la incomparable experiencia de ver nacer los pollitos en nuestra propia casa. Las gallinas que tenemos como productoras de huevos caseros, luego de una cantidad considerable de posturas, inician una etapa de “cluecas” o estado especial que las lleva a echarse sobre una cantidad de huevos y así iniciar la ancestral tarea de incubadora natural. Esta etapa se extiende a lo largo de veintiún días, momento en el que se inician los nacimientos, que se extienden hasta dos o tres jornadas siguientes. Ese estado maternal se manifiesta en un cloqueo ronco y continuo y en una actitud defensiva de la prole y se extiende por casi un mes, hasta cuando los polluelos ya se desenvuelven de manera autónoma. Si la cría de gallinas caseras se mantiene dentro de un corral o gallinero, se deberán incorporar comederos con maíz molido o arroz quebrado y un bebedero con agua a la altura de los nuevos habitantes. Para la alimentación podrá también recurrirse a la veterinaria o forrajería y comprar alimento balanceado del tipo "iniciador". Si la cría es abierta o en semi-libertad, la madre se encargará de facilitarle todo tipo de alimentos escarbando y llamando continuamente a los pollitos. Recordemos que los huevos fértiles para empollar se obtienen únicamente con la participación de un gallo dentro del grupo y que las gallinas híbridas, conocidas vulgarmente como “ponedoras” también pueden poner huevos fértiles, siempre con la concurrencia de un plumífero masculino en el rodeo. La excepción, para este último caso, es que las híbridas no entran en ese estado especial de “cluecas”, por lo tanto nunca se echarán para incubar. Un dato importante a tener en cuenta: Los huevos que se van a destinar al nidal de la clueca, no deben haber sido guardados en la heladera o refrigerador, ni datar de más de quince días desde su postura.