lunes, 7 de febrero de 2011

Un buen ejemplo

Vacacionar siempre es bueno.

Tomarse un tiempo de descanso, aunque sea breve, para distendernos de nuestras prácticas o profesiones habituales. O para mirar otros horizontes y espacios sin el apuro que nos demandan nuestras cotidianeidades.

Y es así como de repente vemos qué de nuevo se está haciendo en otras comunidades o cómo han resuelto alguna problemática que, a pesar de la distancia, nos son comunes.

Una escapada veraniega hasta la localidad correntina de Ituzaingó, nos mostró varios aspectos de una cuidada ciudad, conservadora de valores culturales insignes.

Caminando por sus calles nos detuvimos en reiteradas ocasiones frente a antiguas casonas que se mantienen conservadas y embellecidas para mostrarnos un aspecto arquitectónico emblemático, construida por una corriente poblacional, que dejó sus huellas en varias ciudades y pueblos del interior argentino.











En esta turística ciudad que convoca con sus playas de arena sobre el río Paraná a bañistas y pescadores, se ha puesto en práctica una campaña de rescate y revalorización del patrimonio urbano, incluyendo hasta el presente a casi cincuenta casonas, albergues testigos de un pasado floreciente o de hechos trascendentales para la identidad comunitaria.




Algunas aún son residencias familiares, otras albergan a entidades sociales o se las han acondicionado internamente para brindar alojamiento o servicios de hostelería.

De sus amplias habitaciones aún se escapan risas de niños o dejan entrever tras los postigones de sus amplias ventanas, una biblioteca cuidada o los brillos del cuarzo de las modernas tecnologías.

Con el tiempo y en el tiempo estas construcciones siguen transmitiendo el transcurrir de la vida de un pueblo.

Bien por los mentores de la iniciativa. Bien por los vecinos de Ituzaingó, Corrientes, que comprendieron que la memoria es la mejor huella que tenemos para poder reencontrarnos siempre con el camino de regreso a nuestra casa.

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