Este plato tan tradicional que consiste en envolver en un disco de masa una porción de un picadillo o mezcla saborizada y cocerlas al horno, acaso freírlas en aceite.
Ese relleno por lo general responde a la tradición o gusto del consumidor y está compuesto por los alimentos que su cultura siempre tuvo a mano. Aunque últimamente, universalismo o globalización mediante, los gustos más variados pueden encontrarse en el lugar u ocasión que sea.
Igualmente los ingredientes de los discos o “tapas” pueden constituirse con elementos farináceos diversos.

Cuestiones “dietéticas” también intervienen en los gustos para elaborar las empanadas. Algunos las prefieren muy calóricas o pesadas mientras que otros las prefieren más “light” e igualmente se sopesarán esas preferencias si se las freirá en aceite, en grasa o si se preferirá mejor hornearlas en bandejas ligeramente untadas en un “spray” oleoso.
A las criollísimas empanadas de carne picada y cocida con cebolla rehogada en aceite y sazonada con especias varias se le suma una interminable lista de variantes que incluyen pescados, aves, cereales, legumbres, hojas cocidas, huevos duros, quesos, encurtidos varios y demás.

La mayoría de los consumidores de empanadas las piden telefónicamente a un delivery de acuerdo a una cartilla ofertada. Otros compran las tapas o discos y las rellenan con algún fiambre que tienen a mano. Y están los otros, los que conservan ciertas tradiciones familiares y gustan saber sanamente con que se las elabora.
Así, toman harina, un chorro de aceite, huevos, palote y una rueda cortante, ponen mano a la obra y se los encuentra feliz una noche “con las manos en la masa”.

Y allí, a sus potencialidades culinarias, les llegan como musas un montón de elementos sabrosos y nutritivos que harán de aquella ocasión una oportunidad única y excelente que revivirá, mágicamente, cada vez que organice ese duelo de harina y amor.
Tenemos carne fresca y picada. Tenemos ese resto de asado que desgrasamos y picamos prolijamente. Un tazón de choclos recién desgranados. Queso. Cebolla picada y picante a los ojos. Dos huevos cocidos por diez minutos en agua hirviente. Unos morrones o locotes. Tal vez una taza de quinoa. Esas espinacas. Aquellas acelgas.
Todo vale. La inexplicable emoción de tomar mano en una creación que será compartida con las personas más queridas y cercanas, ya se pone en marcha. Una copa de vino…Afuera sopla errático el invierno, adentro, en la mesa de la cocina se vive una ocasión memorable.
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