viernes, 15 de julio de 2011

Empanadas para días fríos

¡Qué bien nos vienen unas empanadas calentitas para una noche de invierno!
Este plato tan tradicional que consiste en envolver en un disco de masa una porción de un picadillo o mezcla saborizada y cocerlas al horno, acaso freírlas en aceite.
Ese relleno por lo general responde a la tradición o gusto del consumidor y está compuesto por los alimentos que su cultura siempre tuvo a mano. Aunque últimamente, universalismo o globalización mediante, los gustos más variados pueden encontrarse en el lugar u ocasión que sea.
Igualmente los ingredientes de los discos o “tapas” pueden constituirse con elementos farináceos diversos.



Cuestiones “dietéticas” también intervienen en los gustos para elaborar las empanadas. Algunos las prefieren muy calóricas o pesadas mientras que otros las prefieren más “light” e igualmente se sopesarán esas preferencias si se las freirá en aceite, en grasa o si se preferirá mejor hornearlas en bandejas ligeramente untadas en un “spray” oleoso.
A las criollísimas empanadas de carne picada y cocida con cebolla rehogada en aceite y sazonada con especias varias se le suma una interminable lista de variantes que incluyen pescados, aves, cereales, legumbres, hojas cocidas, huevos duros, quesos, encurtidos varios y demás.



La mayoría de los consumidores de empanadas las piden telefónicamente a un delivery de acuerdo a una cartilla ofertada. Otros compran las tapas o discos y las rellenan con algún fiambre que tienen a mano. Y están los otros, los que conservan ciertas tradiciones familiares y gustan saber sanamente con que se las elabora.
Así, toman harina, un chorro de aceite, huevos, palote y una rueda cortante, ponen mano a la obra y se los encuentra feliz una noche “con las manos en la masa”.



Y allí, a sus potencialidades culinarias, les llegan como musas un montón de elementos sabrosos y nutritivos que harán de aquella ocasión una oportunidad única y excelente que revivirá, mágicamente, cada vez que organice ese duelo de harina y amor.
Tenemos carne fresca y picada. Tenemos ese resto de asado que desgrasamos y picamos prolijamente. Un tazón de choclos recién desgranados. Queso. Cebolla picada y picante a los ojos. Dos huevos cocidos por diez minutos en agua hirviente. Unos morrones o locotes. Tal vez una taza de quinoa. Esas espinacas. Aquellas acelgas.
Todo vale. La inexplicable emoción de tomar mano en una creación que será compartida con las personas más queridas y cercanas, ya se pone en marcha. Una copa de vino…Afuera sopla errático el invierno, adentro, en la mesa de la cocina se vive una ocasión memorable.

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