viernes, 16 de septiembre de 2011

AGUACILES

La proximidad de la lluvia veraniega es anunciada por bandadas de aguaciles, nombre que en la región se le da a las libélulas. Voladores intrépidos que con magníficos tonos tornasol, con predominancia del rojo, el azul o el verde, planean sobre los jardines o en espacios donde pueda contenerse el agua. Los aguaciles buscan las fuentes o charcos porque allí habrán de depositar sus huevos, cuyas ninfas llamadas néyades, permanecerán una parte de su vida en una etapa subacuática, alimentándose de larvas, alevinos e insectos de menor tamaño. Cumplido su desarrollo, treparán por ramitas o juncos para desprenderse de su exoesqueleto y emprender el vuelo, que está considerado como uno de los más veloces y eficaces del mundo animal (puede mover sus alas hasta 50 veces por segundo e imprimir una velocidad cercana a los 98 kilómetros por hora).
Los aguaciles pertenecen en la escala de los insectos al orden de los odonatos, que tienen a su vez dos subdivisiones: los anisópteros o “libélulas” y los zigópteros o “caballitos del diablo”. Los primeros tienen dos pares de alas membranosas que en reposo, no se repliegan sobre el cuerpo, dos ojos grandes, juntos y globosos y un tórax desarrollado (como el que ilustra este artículo). Los zigópteros, son de menor tamaño. Las alas se repliegan sobre el cuerpo al estar en reposo, los ojos son más pequeños y no están juntos. Además poseen un tórax no voluminoso. A pesar de tener fuertes mandíbulas y la terminación de su largo abdomen semeja terminar en un aguijón, son inofensivos para las personas. Se alimentan de insectos que en estado larvario conviven en el medio acuático y en estado adulto son magníficos cazadores que atrapan a moscas, tábanos y mosquitos en pleno vuelo. Los estudiosos señalan la existencia de unas 6500 especies dividas en unos 600 géneros en todo el mundo. De ellas 261 especies viven en territorio argentino y se han identificado unas 170 para la provincia de Misiones.

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