sábado, 1 de enero de 2011

Tiempo de chicharras

Cuando cantan las chicharras, ya están maduras las sandías…” solían decirnos antaño nuestros padres, cuando la temperatura veraniega nos apuraba camino al arroyo a zambullirnos y así escapar de los rigores de la siesta.

La mágica coincidencia sigue perdurando en estas latitudes. La estridencia a toda hora de las chicharras (zigarras en castizo puro o coyuyos en el norte argentino) y la dulce protuberancia de las sandías caladas, se reencuentran nuevamente este verano.


Aquí en Misiones las chicharras, son insectos alados, dípteros de la familia cicadidae, que alcanzan en su especie más común, unos siete-ocho centímetros y son de un color verde con manchas oscuras en el dorso y gris ceniza por la parte ventral.

Los machos cantan sonoramente o en zumbidos intermitentes primordialmente en las horas en que el sol calienta más y suelen movilizarse incluso bastante mas allá del poniente.

Son muy abundantes y hay momentos en que la conjunción de cánticos semeja un encuentro coral ensordecedor y desordenado.

Es común también hallar en lugares elegidos abundantes exoesqueletos o exuvios, que son esas pieles juveniles que a manera de cascarones deben dejar estos insectos en su metamorfosis hacia la adultez.


Los entomólogos señalan que solo los machos tienen capacidad de canto, talento cedido para atraer a las hembras. Que luego del apareamiento las larvas resultantes se entierran y allí, según la especie, pueden pasar de uno a varios años.

Se alimenta de savia vegetal, que sorbe mediante unos pequeños estiletes dispuestos en su aparato bucal y no constituye un insecto perjudicial para los cultivos en ninguno de sus estadíos.

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